Tratando de escuchar la vieja melodía del silencio, Juliana se durmió. La melodía jamás se oyó. El mundo de lo sueños poco le deparó a esa pobre chica que con cierto esfuerzo intento cerrar los ojos esa noche.
Nada la sujetó a su cama esa mañana. Ella simplemente se quedo ahí. Nadie le rogó que permaneciera en ese cuarto. Ella nunca se fue.
Nadie la escucho decir adiós.
Soñaste durante años con algo que no recordas ni siquiera vos. Luchaste durante horas contra algo que ya no importa. Pensaste eternidades acerca de eso que hoy por hoy es un olvido.
Juliana, jamás nadie supo la gracia que guardabas dentro. Juliana, cuanto me duele pensar que a tu lado podría haberme perdido en el mar de sinsentidos que despertaste en tu entorno vacío siempre que, sola en ese cuarto, sonreías. Juliana, cuanto más me desgarra saber que esa sonrisa solo la conoce esa habitación donde una mañana decidiste que este mundo no era para vos. Juliana, quiero saber quién fuiste y por qué escribo tu historia sin indicios de de ese trozo de realidad perfecta y divina que eras. Juliana, que de todos los mortales me elegiste a mi para contarle al mundo que un día un ángel sin alas caminó las calles de la sombría Buenos Aires.
Tus días de primario sucedieron como todos pueden esperar. Nunca hiciste lo que no era debido. Nunca lo creíste necesario. Todos te admiraban en silencio. Nadie jamás te lo hizo saber.
Juliana, que terminaste tus días bailando una melodía secreta con la amargura hasta que tu cuerpo se desarmaba y nadie te vio. Juliana, que un día apareciste en un sueño y me subiste contra mi voluntad a un ascensor que nos elevó al imperio de lo indecible junto a otros cómplices que me dijeron que ahí estaría mejor. Juliana que con tus dedos de hielo encendiste la llama que me arde en lo mas frío del espíritu. Juliana, que te fuiste antes de que te encontrara y jamás me enseñaste el lenguaje para hablarle a un ángel. Juliana, que con tus ojos borraste esa ilusión de sonrisa que se dibuja en el rostro de la amarga Buenos Aires.
Tu segundo escalón en la vida te asestó un golpe del que nunca te pudiste recuperar. Fue ahí cuando te esfumaste poco a poco hasta ser lo que fuiste; un fantasma tangible para todo el que quisiera acerarse.
Juliana, que te escapaste a esa tierra que nadie más encontró y te enamoraste del silencio. Juliana, que hiciste reír a un hombre poco antes de partir y se despidió con una sonrisa por tu culpa. Juliana, que nunca pudiste quitarte esas manchas que tenés por haber abrazado a un cara sucia en medio de un frenesí en el que nadie te vio. Juliana, que sentaste a comer a Dios y al Diablo en la misma mesa y dejaste que la única conversación fuera el sonido de tu risa. Juliana, que agraciaste la vida de todo el que posó su mirada en tu figura caminando por las calles de la brutal Buenos Aires.
Te compraste tu primer traje de oficina. Te escapaste sola a ese departamento entre una calle sin nombre y otra que no recuerdo. Llenaste los dos lugares con tu alma. Todos fueron imperceptiblemente más felices al lado tuyo, pero no se dieron cuenta.
Juliana que me llamaste. Juliana que me despertaste. Juliana que me sedujiste. Juliana que me abriste la puerta. Juliana que me dejaste. Juliana que volviste. Juliana que tomaste mi mano. Juliana que me acariciaste. Juliana que me susurraste al oído palabras que no existían. Juliana que me abrigaste. Juliana que me encontraste. Juliana que me enseñaste. Juliana que me atormentaste. Juliana que me dormiste. Juliana que me alegraste. Juliana que me hiciste llorar. Juliana que me alojaste. Juliana que me abrazaste. Juliana que me refugiaste. Juliana que te fuiste sin avisar, esa noche que yo caminaba solo por las frías calles de una oscura Buenos Aires.
Nada la sujetó a su cama esa mañana. Ella simplemente se quedo ahí. Nadie le rogó que permaneciera en ese cuarto. Ella nunca se fue.
Nadie la escucho decir adiós.
Soñaste durante años con algo que no recordas ni siquiera vos. Luchaste durante horas contra algo que ya no importa. Pensaste eternidades acerca de eso que hoy por hoy es un olvido.
Juliana, jamás nadie supo la gracia que guardabas dentro. Juliana, cuanto me duele pensar que a tu lado podría haberme perdido en el mar de sinsentidos que despertaste en tu entorno vacío siempre que, sola en ese cuarto, sonreías. Juliana, cuanto más me desgarra saber que esa sonrisa solo la conoce esa habitación donde una mañana decidiste que este mundo no era para vos. Juliana, quiero saber quién fuiste y por qué escribo tu historia sin indicios de de ese trozo de realidad perfecta y divina que eras. Juliana, que de todos los mortales me elegiste a mi para contarle al mundo que un día un ángel sin alas caminó las calles de la sombría Buenos Aires.
Tus días de primario sucedieron como todos pueden esperar. Nunca hiciste lo que no era debido. Nunca lo creíste necesario. Todos te admiraban en silencio. Nadie jamás te lo hizo saber.
Juliana, que terminaste tus días bailando una melodía secreta con la amargura hasta que tu cuerpo se desarmaba y nadie te vio. Juliana, que un día apareciste en un sueño y me subiste contra mi voluntad a un ascensor que nos elevó al imperio de lo indecible junto a otros cómplices que me dijeron que ahí estaría mejor. Juliana que con tus dedos de hielo encendiste la llama que me arde en lo mas frío del espíritu. Juliana, que te fuiste antes de que te encontrara y jamás me enseñaste el lenguaje para hablarle a un ángel. Juliana, que con tus ojos borraste esa ilusión de sonrisa que se dibuja en el rostro de la amarga Buenos Aires.
Tu segundo escalón en la vida te asestó un golpe del que nunca te pudiste recuperar. Fue ahí cuando te esfumaste poco a poco hasta ser lo que fuiste; un fantasma tangible para todo el que quisiera acerarse.
Juliana, que te escapaste a esa tierra que nadie más encontró y te enamoraste del silencio. Juliana, que hiciste reír a un hombre poco antes de partir y se despidió con una sonrisa por tu culpa. Juliana, que nunca pudiste quitarte esas manchas que tenés por haber abrazado a un cara sucia en medio de un frenesí en el que nadie te vio. Juliana, que sentaste a comer a Dios y al Diablo en la misma mesa y dejaste que la única conversación fuera el sonido de tu risa. Juliana, que agraciaste la vida de todo el que posó su mirada en tu figura caminando por las calles de la brutal Buenos Aires.
Te compraste tu primer traje de oficina. Te escapaste sola a ese departamento entre una calle sin nombre y otra que no recuerdo. Llenaste los dos lugares con tu alma. Todos fueron imperceptiblemente más felices al lado tuyo, pero no se dieron cuenta.
Juliana que me llamaste. Juliana que me despertaste. Juliana que me sedujiste. Juliana que me abriste la puerta. Juliana que me dejaste. Juliana que volviste. Juliana que tomaste mi mano. Juliana que me acariciaste. Juliana que me susurraste al oído palabras que no existían. Juliana que me abrigaste. Juliana que me encontraste. Juliana que me enseñaste. Juliana que me atormentaste. Juliana que me dormiste. Juliana que me alegraste. Juliana que me hiciste llorar. Juliana que me alojaste. Juliana que me abrazaste. Juliana que me refugiaste. Juliana que te fuiste sin avisar, esa noche que yo caminaba solo por las frías calles de una oscura Buenos Aires.