miércoles, 11 de junio de 2008

Apéndice a la Parte I (La Historia de Mariana)

Un día después de haber escrito sobre ella, Mariana aparece nuevamente atras mío. Obviamente, algo había hecho mal. Tenía partes de su figura desdibujadas, pero yo aun la podía ver.

"Te quedaste hasta tarde ese día escuchandome. Pero tenes que intentarlo otra vez..."
"Por qué? Esto no puede ser, yo escribo, ustedes son libres... entendía que era algo así"
"Cuanta gana le pusiste a ese relato?"
"Creeme: bastante", me defiendo
"Yo creo que te apuraste en contar los hechos. Metiste alguna metafora rapida porque sabes que te es facil. También sabes que a un ojo desprevenido, tu narrativa pasa como aceptable... Y publicaste por impaciente"
"No, pará, pará! Estaba imapciente por..." y ella me interrumpe:
"Cumplir tu trabajo?"
"..."
"Vos deberías saber mejor que nadie. La acción de liberarnos con tus palabras VOS lo llamas arte y odias el trabajo. Por qué confundiste?"
"Tenes razon"
"Ya alguien leyó la historia... y ahí ves que algunas partes mías volvieron a la fuente de donde vinimos y la que tengo pensado ir a descansar. Pero no pusiste el corazón en tu narrativa. Te apuraste. Y mi historia está a medias"
"Pero conté tu historia!", inisisto.
"Segui defendiendote, yo voy a seguir acá..."
"Ponele..."
"O bien podrías narrar con fuerza lo que te conté... No me sirve que solo 'cuentes' mi historia. Está escrita en todos lados. Necesito que la gente me sienta. Sienta el dolor de lo que me faltaba. Sienta le hermso que fue verlo a él... Sienta la paz que me dió ese campo..."
"No puedo decir nada"
"No quiero que digas nada... Escribí... Eso es lo que vos sabes hacer"
"..." (me sonrojé, ese tipo de calumnias en cierta forma me hacen sentir muy en el fondo algo de orgullo)
"Solo se compenetraron conmigo un poco. Supieron de mi dolor, de mi falta. Ahora grabalo en su cabeza, dibujalo..."
"Y si lo hago mal?"
"Y si lo intentas?"

Y ahí es cuando volví a escribir lo mismo que el lunes. Con mas fuerza, intentando liberarla de sus ataduras... Pongo tanta fuerza como puedo. Si alguien está dispuesto, lealo de vuelta y diganme si valió la pena el intento. Yo solo les digo que después de republicar su historia, me di vuelta y vi un breve rastro de la fantasmal figura de Mariana, desvaneciendoce por completo. Y en el aire de mi cuarto flotó un "Gracias", que como es costumbre (y esto es una verdad aun para los que me conocen y creen otra cosa), me sonrojé otra vez, muerto de vergüenza.

SLT

lunes, 9 de junio de 2008

Pedazos De Papel Con Historias Pasionales - Parte 1

Tengo la creencia de que no hay ninguna historia de amor que no se haya contado. Y lo mas complicado del asunto es que ninguna termina de satisfacer a quien la lee... Básicamente cualquiera esta buscando la respuesta a esa pieza que le falta, un por qué perdido entre ríos de tinta y kilómetros de fílmico que den un mínima explicación al inmenso vacío que dejé esa persona que ya no está, una alternativa al condicional eterno del "que hubiera pasado si...", alguna historia que nos muestre que en el fondo es nuestra culpa para dejar de buscar las explicaciones en la inmensa psiquis del otro a quien creíamos conocer pero al final de cuentas sus reacciones nos resultaron tan incomprensibles que nos dificultan la labor de figurarnos qué es lo que pasaba por su cabeza.
Básicamente, contar una historia implica un doble riesgo, y es que, por un lado estamos repitiendo lo que alguna vez alguien posiblemente contó, y por el otro, solo vamos a satisfacer las expectativas de unos pocos mientras que el resto difícilmente se conmueva (amen de que aquellos que gozan de una pareja feliz solo se implican a medias en el costado mas pasional de este tipo de relatos: la pérdida, el conflicto).
Difícilmente me atreva a avanzar demasiado sobre un relato de estas características, porque me declaro conciente de los riesgos que este trae consigo, pero afortunadamente, sé que no está en mi poder decidir esto. La inspiración de la cual brotan estos regalos que yo llamo historias no provienen de un deseo de "contar", o al menos no lo creo de esa manera. La inspiración no es un estado mental, de eso estoy seguro.
No, definitivamente, el "contar" es (de esto estoy seguro) un proceso mágico y espiritual en el que poco incide la intención del que narra. Este simplemente se predispone con todas las herramientas pertinentes para ser repentinamente poseído por algún espíritu que vaga por la tierra y anhela que cuenten su historia, que se extienda su esencia y trasciendan sus vivencias por nimias que parezcan. Y es que no puedo estar en desacuerdo, liberar espíritus de su tormento que los atan a este cruel mundo terrenal que espero algún día (cuando este llegue, no quiero apurarlo tampoco) abandonar, definitivamente es una tarea noble que redime los horrores a los que me someto a diario (llámense trabajo, estudio y demás banalidades instrumentales que poco me gustan).
Por suerte, esta conciencia del estado mental y espiritual que implica el contar una historia, hizo que varios espíritus se me hayan hecho amigos con el tiempo (habitués que definitivamente tienen mas ansias de contar que otros). Y varios de ellos se agrupan en mi ventana (la cruzan sin esfuerzo, pero tienen la cortesía de no pasar sin pedirme permiso) cada vez que agarro lápiz y papel o bien abro este Blog y me dispongo a escribir algo.
Ahora si quiero contar historias de amor. Trágicas, enternecedoras, desgarradoras, no correspondidas, patéticas...Todas ellas tienen cabida, algunas quizá sean mas parecidas o entre si, otras quizá poco tengan de amoroso (al menos para nuestra concepción), pero no soy quien para negarle a cualquier espíritu la perpetuación de su esencia a través de un relato.Es entonces cuando veo que número considerablemente grande esta agrupado en mi ventana. Me sonrío, no puedo evitarlo. No significa otra cosa que el amor sigue siendo (a pesar de que no lo entiendo, nunca me fue bien y suelo maltratarlo) un vinculo que rompe las barreras entre todos los mundos, un bien intangible que nos llevamos al abandonar este mundo y que nos sostiene. Un motivo para trascender y como los románticos dijeran alguna vez "la máxima redención" (y motivo por el cual Drácula, Fausto y Sigfrido esquivaron la eterna condena). Todos esos espíritus que están entrando (previo consentimiento mío) a mi cuarto, prueban que no importa mi estado frente a esta substancia que llamo amor (incomprensión, maltrato, etc.), es algo por lo que vale la pena vivir, no importan los años que pasemos sin cruzarlo, el mero hecho de buscarlo es un motivo noble para caminar esta tierra maltratada y sucia.
Ahora que conocen el origen de estos relatos, trato de decidirme por uno para comenzar y no es tarea fácil, pero sin que yo pueda hacer mucho, un vacío gélido me toca el hombro. Es una mujer algo anciana que me sonríe cálidamente a través de unos ojos roídos por el tiempo y una cara ajada por la falta de vida en todas y cada una de sus células.
Mariana vivía en las calles. Lo había hecho desde que tenía 12 años. La naturaleza del mundo, a veces cruel, obvió su muerte por varios años, dejándola merced de la piedad de un sinnúmero de seres humanos (se hacían llamar) que hubieran seguido su vida de la misma manera que siempre de haber muerto ella.A los doce, precisamente, Mariana consiguió lo único que sería su compañía por los años que estaban por venir: una muñeca de trapo, colorida y alegre para contrastar con el despecho de sus ojos marrones. Irrelevante como puede parecer el dato, lo cierto es que antes de esa edad ella tenía, lejos de lujos, un hogar (con sus falencias), una familia, amigos y sueños. Sueños del príncipe azul que algún día convertiría su realidad en algo mas apacible. Sueños que con le pasa de sus años en la calle, des desvanecerían para dar paso a un instinto natural de supervivencia que ofuscaría su espíritu hasta dejarla al margen de la humanidad que le había sido regalada con la vida.
Dicen que la compañía en la adversidad alcanza valore inimaginados. Y esa muñeca pudo contenerla unos cuantos años, créanme. Miles de llantos, vivencias y miedos oyeron esos hilos y colores, antes de que la necesidad de sobrevivir se apoderada del sentir de su portadora, y Mariana la olvidara eventualmente en el banco de alguna plaza sin jamás notarlo.
Mariana paseó su silueta por la oscura Bueno Aires, en principio con lagrimas en los ojos. Con su triste voz rasgada del hambre y la sed, reverberada por el pánico de no pasar de ese día y la tristeza de la soledad, pedía una ayuda a unos férreos hombre que siguieron su paso ignorando sus gritos de sufrimiento. Tiempo después, las lagrimas se secaron, y Mariana dejó de interpretar ese rechazo como personal. Poco a poco, las ganas de sobrevivir fueron un mero instinto, casi contra la poca voluntad que el quedaba y deseaba abandonar las barbaridades de la vida terrenal.
Hay algo raro en el rostro de la pobreza que ya lleva unos años a cuestas y es que no necesariamente destila tristeza y desesperación por los cuatro costados, sino mas bien un extraño hibrido que oscila entre resignación y una enrarecida felicidad provocada por un sentimiento poco usual: el hecho de saber que el hoy es posiblemente el último día.
No fue exactamente la última noche aquella en la Mariana trató de dormir en una plaza de Capital, arropada mas que nada por el frío invernal que por su abrigo que poco cumplía su objetivo.
No fue la última noche aquella en la que cerró los ojos con fuerza y, a base de varios días sin poder dormir, un diafragma desgarrado de tanto temblor, y la loca esperanza que esa noche sus ojos se cerrarían para siempre, ella pudo dormir entrecortadamente.
No fue la su última noche aquella en la que la naturaleza, en un gesto de bondad, aunque lejos de garantizarle la última libertad, le regaló un sueño.
Un sueño en el que Mariana tenía un hogar sencillo. Un sol que tiernamente la despertaba a la mañana. Un rostro que lejos de calado por el hambre, mostraba su belleza cubierta de una piel suave y aterciopelada. Un mundo que (solo por esta vez) la trataría como una igual.
Comenzó esta vida surrealista saliendo de una mullida casa y viendo que ese lugar se parecía a los recuerdo mas puros que guardaba de la casa que la habia alojado cuando niña.
Mariana salió a de su casa y le sonrió a una suave y calida brisa que la saludó cuando pasaba por ahí. El campo era mas verde que cualquier otro y todo lo que había a su alrededor hizo una pequeña pero respetuosa reverencia ante su aparición. Ella abrió sus brazos, como si alas fueran, tratando de emular a un ángel y volar. Sus pies, descalzos sobre hierba suave, no se despegaron ni un centímetro, pero poco le importó.
La verdad, a quien sea que esté leyendo, es que puedo pasar horas y horas escribiendo acerca de cada centímetro de esa realidad que consistía en un cielo azul radiante con un sol en lo alto, un campo verde con una pendiente irregular que permitía apreciar todas sus gamas y un flujo muy tierno de brisa que hacía bailar al vestido blanco que Mariana tenía puesto al compas de todos los pastizales y su cabellera morena, pero no habría caso: ni toda la tinta ni bits del mundo podrían acercarlos ni un centímetro a la sensación de alivio y despreocupación que sentía ella en ese onírico momento.
Los minutos se alargaron para darle paso a una eternidad de paz cuya ausencia se haría sentir en los años venideros.
Lo que se hace difícil es describir en palabras la sensación de volver a sentir como un ser humano el alivio y la paz. La verdad es que varias veces debo haber perdido esa capacidad y la debo haber recuperado una cantidad de veces similar, pero nunca me detuve a apreciarla, quizá por que su ausencia se eclipsó frente a cuestiones mucho mas banales, y lo mismo pasó cuando esta capacidad volvió. Pero de seguro voy a estar atento, porque la expresión en el rostro de Mariana (quien se toma el atrevimiento de grabarme en la retina esa fotografía que bien podría quedarme viendo durante años) demuestra que es algo que no debemos subvaluar tan a menudo.
Esa porción de eternidad se materializó repentinamente, luego de haber durado lo suficiente como para que Mariana volviera a sentir como un ser humano. Y como tal, sin las preocupaciones de satisfacer necesidades tan primarias que la dejaban unos pasos detrás de cualquiera de nosotros que leemos esto (o escribimos), caminó despreocupadamente, saltando como una niña por el campo, alegre de cosas tan sencillas como respirar o sentir sobre la piel cada partícula del aire.
Mas esa ausencia de necesidades tan básicas, luego de haberlas tenido arraigadas en un relegado espíritu, dieron paso a una sensación para la cual ella no estaba lista: su alma, ahora lista para sentir nuevamente mas que el hambre y la sed. Luego de esta paz tan fuerte, su alma estaba lista para sufrir nuevamente la soledad; necesitaba algo que todo ser humano necesita tarde o temprano, algo que a ella le había sido negado inclusive buscar: alguien a su lado, un par, un todo para esa mitad que ella era ahora nuevamente...
Mariana miró triste a su alrededor y no vio a nadie con quien hablar, solo el tierno regazo de la tierra que la alojaba incondicionalmente. Lejos de la angustia o la amargura, Mariana siguió saltando por el campo en alguna dirección (no importaba cual), en busca de alguien, con al rara sensación de que estaba en algún lado y ella lo encontraría.
Unas pocas nubes oscurecieron pinceladas de sombra sobre el cielo mientras la brisa se hacía mas fuerte y sus saltos por el campo mas largos. A lo lejos, una laguna cristalina con un sauce sobre uno de los bordes… Mariana se dirigió vertiginosamente hacia ese pequeño oasis, olvidándose por un instante de la búsqueda de ese alguien, simplemente dejándose llevar por estos nuevos impulsos antes olvidados. Y para sorpresa de ella (aunque no mía, les soy honesto), allí sin mas había un muchacho vestido con pantalones azules y una camisa blanca holgada que parecía estar esperándola.
Solo un mundo concebido por gracia de la naturaleza espiritual humana podía dar lugar a ese encuentro tan repentino, tan poco planeado, llenando los huecos que nosotros mismos nos encargamos de cavar, tanto en nuestro ser como en los que nos rodean
Lamentablemente, me veo limitado otra vez por el lenguaje para describir la expresión que se dibujo en sus ojos, ahora llenos de agua. Una sonrisa intentaba asomarse, pero no podía. Frente a ella, el muchacho sonreía incondicionalmente. La sensación de amor a primera vista, tan olvidada y vapuleada por la era de la razón y el escepticismo, aparecía en todo su esplendor en el único mundo irracional que podía darle refugio. Cuanto me gustaría decir, Mariana, que soy proclive a sentir de tal manera. Pero yo también soy parte de este conjunto de engranajes y maquinaria que llamo vulgarmente “mundo”. Mas, si te soy sincero, creo que siento el amor a primera vista demasiado a menudo y esto me obliga a descreer (de hecho, no podría amar a quien no conozco, me digo) o bien callar…
La brisa (que para ese entonces era un viento gentil), finalmente cesó y el tiempo se tomó el atrevimiento de detener su andar para que ellos dos pudieran verse el uno al otro por una pequeña eternidad, en la que el agua bailoteaba con pequeñas olas y que reflejaban el sol sobre los dos desconocidos. El sol aceleró su labor permitiéndoles apreciar un atardecer rojizo, una noche de luna llena, un amanecer plateado y nuevamente un mediodía radiante en cuestión de segundos, minutos, o vaya a saber uno que medida de tiempo, mientras que ninguno se atrevió a hablar ni hacer movimiento alguno. El lenguaje de las miradas lo podía todo. La sonrisa permanecía inmutable en la cara de él, los ojos acuosos en la cara de ella.
Difícil es definir el tiempo en el mundo de los sueños, como ya hice evidente… este simplemente retomó su curso inicial cuando ella se atrevió a dar un paso en dirección a quien la estaba esperando. El soltó una leve risa.
Una mirada mas. Un abrazo. Una caricia. Un beso. Otro instante de contemplarse a los ojos. El caminar par a par. El afecto del cuerpo y el metalenguaje como protagonistas en una obra que se encargaba de demostrar nuevamente que nuestra imaginación, convenciones y creaciones mentales (tal es la lengua) palidecen ante la fuerza del sentir.
De vuelta en su hogar, aunque con la soledad fuera de la ecuación, Mariana dejó que su nuevo acompañante le llenara el alma con pequeños gestos que a la mayoría de nosotros hoy nos serían imperceptibles, quizá por estar muy pendientes de cosas que, cuando nada nos falta, nos empiezan importar.
Luego, el tan ansiado fuego de pasión y desenlace que la encontró apoyada sobre el pecho de su amante, envuelta en sus brazos. Finalmente llena de ese algo tan raro que por primera vez sentía, Mariana dejó brotar las memorias del mundo terrenal, memorias que lastimarían a cualquiera de nosotros pero que ahora solo eran pasajeras, nimias. Él estaba ahí para que fueran contenidas. Mariana cerró los ojos suavemente, ansiando el despertar mañana a su lado, y con cierta alegría extraña de haber prescindido de las palabras durante todo su tiempo en ese pequeño paraíso que en un gesto de bondad, la naturaleza había diseñado solo para ella.
Un frío alfiler dibujó algo su mejilla. Alarmada, y razonando con cierta extrañeza, miró a su único amor para asegurarse que el estuviera allí. No podía explicarlo, pero algo la llevó a pensar que la permanencia de el peligraba. Con cierta desconfianza y principios de angustia, volvió a cerrar con suavidad aunque.
Pero pronto, comenzaría apretarlos con fuerza, en la medida que una gélidas agujas volvían a pinchar su piel. Abrió levemente uno de sus ojos, contra su voluntad. Intuitivamente, Mariana sabía que esta vez la suerte de ver a su amado durmiendo no sería igual. Grande fue su desilusión cuando ese ojo que aun enfocaba borrosamente vio las desdibujadas y grises construcciones frente suyo y el frío invierno de la mañana dispuesto a hacer su labor. Cerró sus ojos con mas fuerza, tratando de pertenecer unos segundo mas a ese mundo que, muy en fondo, sabía que nunca volvería a admitirla en su interior.
El mundo ahora no estaba completo. Todo seguía allí, pero incompleto, con manchas negras, fragmentos faltantes… y una sensación de frío realismo colándose por todas las esquinas del cuarto al borde del colapso. Por la ventana, el verde campo comenzaba a ser invadido por una lluvia. Luego, todo comenzó a desvanecerse de un instante a otro de manera cada vez mas acelerada. Su amante quedó atrapado en un torbellino oscuro junto con su hogar, hacia un punto de fuga difícil de divisar... Lo último que vio de el fue una sonrisa y sus ojos negros mirándola fijamente para luego perderse en el negro horizonte.
"Desperté ese día y después de ese sueño, nunca volví a verlo…", me dice Mariana, "No se si el caminó por algún lado del mundo al que yo pertenecía. Creo que lo vi una vez. estaba vestido de traje. Lo miré fijo, pero el no me reconoció. Debo haberme confundido. Sólo se que después de esa noche, una parte muy chiquita dentro de mi siempre buscó a alguien que me hiciera sentir como el. Aunque sea pude soñar con el amor que antes y después de esa noche, me fue negado. Sobreviví varios años después de esa noche, pero la indiferencia terminó conmigo. Primero olvidé mi nombre, luego olvidé como hablar. Morí de frío y hambre, en una calle que no recuerdo. Pero nunca voy a olvidar ese momento en el que la naturaleza me permitió soñar y me dio a conocer ese algo que busqué hasta el día de mi muerte y me mantuvo con vida".


SLT

sábado, 7 de junio de 2008

Y esta noche donde estas...?

La pregunta cae como una aguja
Y su sonido imperceptible
Solo es oído
Por aquel que quizo oír.

Donde estabas cuando el mar lloró?
Donde estabas cuando la tierra suspiró?
Donde estabas cuando el cielo rió?
Donde estabas cuando el viento se enamoró?

Otro minuto pasa,
Y alla en medio de la noche,
Entre copas y lamentos,
Entre el fuego y el deseo
Entre lo prohibido y lo innombrado
Entre lo secreto y las estrellas,
emepzaste a caminar.

Donde estabas cuando Juliana nació?
Donde estabas cuando la luna se apagó?
Donde estabas cuando el dolor comenzó?
Donde estabas cuando el sol se durmió?

El minuto se hizo horas,
Y ahora en plena madrugada,
Entre manos y miradas,
Entre el lujo y la condena,
Entre un abrigo y una caricia,
Entre lo sagrado y la marea,
Detiviste tu andar

Donde estabas cuando el orgullo se marchó?
Donde estabas cuando el la angustia sonrió?
Donde estabas cuando cuando la pena se durmió?
Y esta noche donde estas...?